Autor: Héctor Roberto Morano
Se escucha con asiduidad que, la apertura al diálogo es la mejor manera de construir planes para el mejoramiento económico y social. Es cierto, es así. Pero…, no todo es tan simple ni tan taxativo como para garantizar el éxito.
Si el que llama al diálogo lo hace desde el Estado y tiene una representación minoritaria, puede encontarse con dificultades que les será difícil de resolver.
Siempre desde el poder se pretende direccionar la propuesta base del diálogo. No está mal, el que fue elegido para administrar debe gozar de esa facultad. Ahora bien, los interlocutores también querran opinar. Algunas veces sumarán y otras restarán. Es aquí donde prevalece la habilidad para sumar consenso en las propuestas superadoras.
El consenso se construye dentro de la franja central de las propuestas con aceptación. Las que se alejan de esa franja van a ser irreconciliables y ensuciarán el camino para poder avanzar. Será mejor que éstas no sean parte de la discusión. Quedarán otras instancias para dirimirlas.
Esta franja central de aceptación común se construye a partir de los disensos fundamentados. Es decir, todos deben aceptar una propuesta mejoradora, venga de donde viniere. Es así como se contruye una mayoría aceptada. Única manera de establecer un rumbo que no se diluya en el tiempo ni genere quiebres por falta de convicción.
¿Qué pasa cuando la puja política, circunstancial o no, se mezcla con la contrucción de alianzas?. Mal porvenir, las alianzas se disipan y se generan antagonismos, que a veces no son tales, pero dañan.
La puja política tiene la sóla pretensión de ampliar el peso participativo en el diálogo, con la intención final de imponer las ideas. Mala palabra “imponer”, corrompe el diálogo y destruye el consenso.
Es peor aún, cuando el consenso es subalterno a la lucha política. Se cambia la prioridad y no se puede avanzar.Todos pierden.
Cuando se pretende ganar la batalla política para acabar con los viejos y malos administradores de siempre, se está equivocando el camino. Éstos se reagruparán y ofrecerán resistencia y así se minará el camino del consenso. Es fácil confundirse. Eliminar al contendiente en el campo político para hacer lo que se cree correcto.¿Quién garantiza que se haga lo correcto? Pues bien, eso no se llama consenso, tiene poca vida y en definitiva, atenta contra lo correcto.
Los verdaderos y más duraderos liderazgos son los “aceptados”, en otras palabras, los que reúnen consenso para que así sea. No importa de quien son las ideas sino que, al lider se lo elige para llevarlas a cabo con pretendido éxito.
El objetivo tiene que estar centrado en las ideas y no en los ejecutores. Cuando las ideas están convalidadas los buenos ejecutores se convertirán en líderes y los malos ejecutores quedan al descubierto.
Como se puede apreciar, diálogo no es lo mismo que consenso. En el diálogo puede haber imposición de las partes, que causen rechazo. En el consenso, es necesario el acuerdo y esto genera responsabilidad en la ejecución, aún cuando ésta quede en manos del administrador. Los consensuadores serán veedores interesados y darán garantía del proceso.
Comentarios recientes
Por supuesto Horacio, tenés razón. Pero para achicar el gasto de personal del Estado primero hay que crear puestos de trabajo privado y que ese personal pueda ir derivándose a la actividad privada.
tenemos que achicar el gasto del estado, reduciendo la cantidad de ministerios , tanto nacionales y provinciales, el ajuste lo tiene que hacer la politica .
Sigo Daniel. No creo que el país esté en este momento, estructuralmente preparado para una dolarización. Habría que ordenarlo primero.
Hola Daniel. Es acertada tu apreciación de que es una desregulaización combinada con una dolarización. Sólo que ésta tiene un destino específico y no afecta al resto de la economía .